martes, 19 de abril de 2016

Paz, drogas, amor, y rock


"En 1965, en Londres, como en París o en Madrid, o en otras veinte capitales, sólo se aspira al olvido en el frío de la noche, o sobre las mesas de los cafés. El rock no siempre ha mantenido sus promesas. La época de los mods ya desaparece en el horizonte, y ha dejado de añorarse aquel período en el que era preciso trabajar mucho para consumir. Hoy, ya no se hace nada, incluso constituye un pecado intentar ganar algo de pasta honradamente. Reacción virulenta contra una moda que favorece demasiado la digestión por la sociedad, que alimenta el conformismo, que no pone a las cosas en tela de juicio de modo suficientemente profundo, Sin embargo, los mods vivían en el presente, en un resplandor instantáneo permanente. Tenían en sí una excelente manera  de estar en contacto con lo real. Pero cuando esto se hace demasiado duro, cada uno se va por su lado buscando aspectos más agradables, lugares más vivibles.

"Se comienza, pues, a hablar de la busca de un sustituto, idea que desborda enseguida largamente el pequeño círculo de intelectuales del que procede, para llegar a todas las capas de la sociedad juvenil, y a todas sus manifestaciones exteriores. Al comienzo, sólo los pequeños grupos se reúnen unos en casa de los otros con el fin de experimentar entre amigos los últimos descubrimientos psiquico-químicos, y para traducir esas experiencias en forma de multi-media, se toca música mientras se proyectan películas o diapositivas. Mark Boyle, queriendo ir más lejos, imagina y realiza proyecciones de líquidos de colores en movimiento. Imágenes instantáneas donde el espíritu y la mano del hombre deben intervenir lo menos posible. 

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